lunes, 2 de abril de 2012

RUINAS DEL MONASTERIO DE SAN ANTÓN (CASTROJERIZ)


37 kilometros de Burgos, El primer monumento que se encuentran los peregrinos que recorren el Camino de Santiago antes de entrar a la villa de Castrojeriz son las ruinas del Hospital general de San Antón o San Antonio Abad.
   San Antón fue palacio y Huerta del rey Pedro I de Castilla y posteriormente fue acogido por la orden de los antonianos. A pesar de ello, entre la disolución de la orden a finales del siglo XVIII y la desamortización del siglo XIX llevaron al lugar al estado actual de ruinas.

   El monasterio estuvo bajo la protección real, como se ve en los escudos reales en el pórtico de la iglesia y en las claves de las bóvedas. Aunque fundado por Alfonso VII en el año 1146 los restos que quedan son del siglo XIV.
   Nada más llegar se observa que el convento está semiderruido, pero también se percibe que aquel es un lugar mágico. Lo primero que llama la atención es que los coches y por ende los peregrinos pasan por debajo de dos arcos del siglo XVI que protegen la entrada principal. Este pórtico está ornamentado con una portada de arquivoltas, decoradas con esculturas en cada dovela. Todavía se distinguen las dos alacenas para alimento de los peregrinos que llegaban a horas intempestivas.

 
   Al entrar en el recinto se puede apreciar la estructura de tres naves, así como el signo de la Tau. Este símbolo fue usado por los templarios con lo que el interés por el enclave se acrecentaba.
   El signo de la Tau ha sido utilizado en varios momentos de la historia como representación de la cruz. Muchos historiadores han asegurado que las cruces romanas tenían la forma de la última letra del alfabeto hebreo. De hecho esta representación de la cruz ha sido encontrada en diferentes catacumbas paleocristianas. Sin embargo, quien popularizaría este símbolo fue San Francisco de Asís. Un hermano de la Orden franciscana vio la Tau en la frente del santo y desde aquel momento éste la usó como símbolo de la cruz y de penitencia. El santo la recomendaría en sus conversaciones e incluso firmaría con ella.    En vida de San Francisco, al menos desde 1191, se utilizaba como signo de pertenencia a la orden y de su vocación caritativa. Los Crucíferos o Antonianos de San Antonio Abad, regentes en Asís del hospital de San Salvador de las Paredes, también la utilizaron como signo distintivo. En Jerusalén, una orden caballeresca que participó en la Segunda Cruzada era conocida como “Orden de la Tau” y sus miembros llevaban esta cruz en el cuello de la capa. Durante las cruzadas la Orden del Temple conocería este tipo de Cruz, posteriormente introduciéndolo en la Península y en las rutas a Compostela. Es decir, en muchos puntos del Camino de Santiago se puede encontrar la Tau.
   Se planteaba pues una incógnita: Si la Tau representa a la orden franciscana ¿por qué este lugar estaba dedicado a San Antonio (o San Antón)? También existió una Orden de los Caballeros de San Antonio, pero ¿cuál era el origen de la Orden? Pues bien, aquí es donde realmente se demuestra la importancia de este monasterio, que sin duda ayudaría al Camino de Santiago a acrecentar su lado “milagroso”.

   Hace poco más de mil años, una extraña epidemia azotó a gran parte del Norte y Centro de Europa. Los síntomas eran terribles, visiones terroríficas, convulsiones, fiebres y el ennegrecimiento de las extremidades, con la posterior gangrena. Debido a esto, estas extremidades podían ser arrancadas sin sangrado, de tal forma que parecían que estuvieran carbonizadas. De este modo pasaría a llamarse Fuego de San Antonio o “fuego sagrado”. Muchos afectados por el mal harían el Camino de Santiago buscando cura o alivio ¿Por qué de San Antonio? El caso es que estos síntomas recordaban al martirio del San Antonio Abad cuando se fue a rezar al desierto en Egipto. Allí sufrió tentaciones diabólicas y visiones. Los restos de este ermitaño fueron descubiertos milagrosamente y desde entonces obraba en poder de los emperadores de Oriente. A finales del siglo IX nueve caballeros franceses decidieron partir a Bizancio en busca de las santas reliquias, con la intención de que el santo, debido a la similitud del martirio con los síntomas de la epidemia, intercediera por los pobres cristianos afectados. Una vez recuperadas regresaron a Francia, dejando los restos en Saint-Antoine-de-Viennois.

  La enfermedad se creía castigo divino por los pecados cometidos y aunque no suponía siempre la muerte, solía dejar a los afectados con un miembro menos, las embarazadas abortaban y no había distinción de clases. El caso más excepcional ocurrió a Girondo de Valloire, hijo del noble Gastón de Valloire. El padre temiendo por la salud de su vástago ofreció a San Antonio sus bienes (incluyendo a personas) si su hijo mejoraba. Este voto fue adoptado por el padre y por el hijo. En efecto, a la mañana siguiente Girando se encontraba mejor del mal; en cambio su padre ya lo sabía, puesto que esa misma noche había tenido un sueño en la que el santo así se lo anunciaba. También el ermitaño le solicitaba que los bienes se empleasen a ayudar a los afectados por la epidemia. Pero durante el sueño surgió una duda en Gastón de Valloire: ¿sería suficiente su patrimonio para tal fin? En ese momento San Antonio ofreció su báculo en forma de Tau (otra vez la Tau) para que lo hincase en la tierra. Tras hacerlo surgió un árbol repleto de frutos bajo el que se consolaban enfermos aquejados del mal. San Antonio dijo entonces: “Advierte que tú has de plantar un árbol en el tronco de la piedad y en la raíz de la caridad, y este árbol extenderá sus ramas muy largamente y de sus frutos se sustentarán los pobres”.

   Pocos días después Girando estaba completamente restituido, con lo que ambos nobles cumplieron lo prometido cosiendo en sus vestiduras la señal del báculo que les había dado el ermitaño. Nacía la Orden de los Caballeros de San Antonio, cuya constitución fue aprobada por Urbano II en 1095. Los primeros antonianos, vestidos con hábito negro y letra tau azul en el pecho, eran seglares hasta que, en 1218, recibieron los votos monásticos de Honorio III. Ochenta años después, en 1297, adquirieron cánones propios, adscritos a la regla de san Agustín, por parte de Bonifacio VIII. La orden se extendió por Francia, España e Italia y dio a la Iglesia numerosos eruditos y prelados, siendo los encargados de la salud dentro de la curia vaticana.

   La orden llegaría ser muy poderosa, sobre todo porque aquellos peregrinos aquejados del “fuego sagrado” curaban. Era todo un ritual con el que quedaba legitimado tanto el poder del Camino de Santiago, como de la Orden de San Antonio.

   Los clérigos de la orden se encontraban en monasterios a lo largo del Camino. Los peregrinos aquejados del “fuego” pedían que se les tocase con un báculo sus extremidades. Podeis imaginar la forma de dicho báculo. Efectivamente la Tau.    También podían entregarse escapularios con esta forma, que directamente pasaron a llamarse Taus. Por último, se entregaba a los enfermos pan y vino que estaban bendecidos por el báculo abacial, obviamente en forma de Tau. Los enfermos mejoraban poco a poco y cuando llegaban a Santiago estaban sanos. Sin embargo, cuando volvían a casa la enfermedad les atacaba de nuevo. Por este motivo, la Orden de San Antonio parecía aún más milagrosa. Debió resultar algo sorprendente desde el punto de vista de un hombre o mujer de la Edad Media, comprobar que simples panes y vino curasen esta terrible enfermedad. Los llamados “panes de San Antonio», hechos con harina de trigo, aparecen por primera vez en el siglo XI y en la actualidad, el 17 de enero, fecha en la que se conmemora la festividad de San Antonio Abad, aún se consumen. En cuanto al vino, producido en las viñas de los monasterios antonianos, según la leyenda, era elaborado con parte de las reliquias del santo fermentadas en alcohol.

   ¿Era posible la cura milagrosa con pan y vino? La ciencia ha demostrado que si, aunque debe matizarse. La mejoría de la enfermedad estaba relacionada con el cambio de dieta que se producía al hacer el Camino de Santiago. Se ha demostrado que el Fuego de San Antonio es una enfermedad vascular contraída al ingerir alimentos contaminados por las toxinas producidas por hongos hallados fundamentalmente en el centeno. El pan que se consumía por los afectados (del Centro y Norte de Europa) estaba hecho de centeno, pero al ingerir el pan de San Antonio, hecho con trigo se aliviaban los males. Por eso, al volver a casa y retomar su dieta habitual volvían a enfermar.

   El hongo en cuestión se llama Claviceps purpurea, o Cornezuelo del Centeno y ha sido origen de otras historias donde las visiones están implicadas, como es el caso de las brujas de Salem. Las toxinas liberadas se llaman la ergonovina y la ergotamina por lo que en la actualidad la enfermedad se conoce como Ergotismo. El Ergotismo podía ser agudo en unos casos y mortal en otro, variando la sintomatología. En el caso de Ergotismo mortal se registraban fuertes convulsiones espasmódicas en las extremidades, crisis epilépticas y parestesias. La muerte era el resultado generalmente de una parálisis respiratoria. El ergotismo crónico se debía, por su parte, al efecto producido por la vasoconstricción periférica. La falta de oxígeno en las extremidades conducía a la gangrena y posterior necrosis y amputación de los órganos afectados. En ambos casos los aquejados presentaban fiebre, que era tan elevada que quienes la soportaban describían posteriormente las dichas visiones extrañas y alucinaciones, que darían lugar a una temática específica relacionada con San Antonio.

   A pesar de lo terrible del ergotismo, la situación se ha revertido en la actualidad, ya que la ergotamina y sus derivados son usados por la medicina moderna. Por ejemplo, es usada para el tratamiento de la migraña, del Parkinson e incluso para tratar el sangrado posparto.

Y allí, en ese pórtico del monasterio de San Antón, junto a las alacenas por donde se dispensaba el pan a los peregrinos se producía el “milagro”. Y aunque éste ha quedado demostrado por la ciencia, para aquellos infelices aquejados por el Fuego de San Antonio el Camino de Santiago cambió sus vidas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario